martes, 13 de enero de 2009

Relación entre apego y soledad

La experiencia de soledad deviene fundamentalmente del sentimiento de insatisfacción frente a las relaciones sociales. La persona vivencia menores niveles de intimidad y reciprocidad de lo esperado. Para Sullivan esta experiencia está conectada con la satisfacción inadecuada de intimidad en la niñez. Este autor sostiene que la soledad puede ser una fuerza motivadora para la búsqueda de contractos sociales.
Los desarrollos y consideración acerca de la soledad, de Weiss (1973), Hojar (1989) y Rook (1989), relacionan estrechamente el surgimiento del sentimiento de soledad con fracasos en la constitución de un apego seguro en la infancia. La cultura familiar (la transmisión de un modelo de socialización de padres a hijos) predispone muchas veces la aparición del fenómeno. Sin embargo, otros acontecimientos como la orfandad, guerra, viudez, abandono o alejamiento de un padre también pueden estar en el origen.
La perspectiva de la teoría del apego sostiene que vínculos de apego positivo fuertes entre padres e hijos promueven vínculos interpersonales positivos en momentos posteriores de la vida adlta; funcionarían como una fuente de reaseguro, autoestima, capacidad de afrontamiento en situaciones de crisis, donde incidirían no sólo los vínculos actuales sino también la historia de los vínculos afectivos. Es notable como en la relación amorosa se reedita la comunicación tierna (apodo, giros lingüísticos) de la primitiva relación madre-hijo.
En su teoría del apego, Bowlby (1950), indaga sobre las consecuencias en el desarrollo de la personalidad de las privaciones o el déficit de los cuidados maternos. Define a la conducta de apego como una conducta propia de a naturaleza humana y que tiene la función biológica de la protección. Esa conducta consiste en buscar la proximidad de otro que consideramos que está más preparado para enfrentar al mundo y es originada por desencadenantes específicos como el temor, la amenaza, el dolor, la enfermedad, el peligro y la soledad. En estas situaciones la persona siente la necesidad de la presencia tranquilizadora de su figura de apego. La figura de apego es aquella proveedora de seguridad, confianza, accesible, comprensiva y que resulta ser un antídoto contra la ansiedad que de otra forma podría desembocar en depresión.En la adolescencia hay un doble movimiento: se aleja de los padres y se integra como figura de apego a los pares. En la adultez es la pareja y en la vejez cambia hacia personas en quien se puede confiar como puede ser un hijo adulto. La figura de apego no equivale a alguien cercano, íntimo o confidente. La relación con un hijo pequeño es cercana e íntima, el progenitor puede estar muy involucrado y ser figura de apego de su hijo, pero esto no ocurre a la inversa.
Según la respuesta que da el otro significativo a la conducta de apego del niño, se va a construir un estilo de apego en éste que guiará la búsqueda de apego a lo largo de su vida. La soledad puede ser por una fusión excesiva o una presencia insuficiente de los padres, ambas desfavorables para la consolidación de vínculos emocionales firmes con los demás. La persona que no desarrolló estos aspectos en la niñez no dispone de los recursos de seguridad, autoestima, capacidad de afrontamiento de situaciones novedosas o facilidad para establecer nuevos vínculos sociales en la adultez y es más proclive a sentirse sola, vulnerable y con falta de autoconfianza.
Ainsworth distingue tres tipos de apego con el consecuente desarrollo de sus personalidades:
Si se producen cambios en el estilo de cuidado de los padres, podrá cambiar el estilo de apego de los niños. La infancia es formativa pero no determinante del resto de la vida.

Bibliografía:
  • Muchinik, Eva; Seidmann, Susana, “Aislamiento y Soledad”. Editorial Eudeba, Bs. As. 1998

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