domingo, 3 de julio de 2011

El principio de placer y el final de su imperio

Hasta 1920, el psicoanálisis, consideraba que el curso de los procesos anímicos es regulado por el principio del placer. Es decir que, dicho curso es puesto en marcha por una tensión displacentera y se dirige a disminuirla evitando el displacer o produciendo placer.
Freud toma los aportes del psicofisiólogo Fechner sobre el placer y el displacer. La concepción de este último coincide con lo esencial de la teoría psicoanalítica. Fechner postulaba que los impulsos concientes van unidos con placer o displacer y que eso, fisiológicamente, se traduce a proporciones de estabilidad o inestabilidad. Todo movimiento psicofísico que rebase el umbral de la conciencia va afectado de placer, en tanto se aproxima a la estabilidad, y afectado de displacer, en la medida que se desvíe de ésta.
Teniendo en cuenta que el aparato anímico tiende a conservar lo más baja posible, o al menos constante, la cantidad de excitación presente en él, puede considerarse un caso particular dentro del principio de Fechner de la “tendencia a la estabilidad”.
De este modo, Freud cae en la cuenta de que es incorrecto hablar del imperio del principio de placer en el decurso de los procesos anímicos porque si así fuera, todos ellos deberían ir acompañado de placer o conducir a éste y la experiencia refuta esto. Por lo tanto, en el alma existe una tendencia al principio del placer, pero hay otras fuerzas que la contrarían, de modo que el resultado final no siempre es el placer.

Bibliografía:
  • Freud, S. Obras Completas. XVIII. 2a ed. Buenos Aires: Amorrortu, 1992. Más allá del principio de placer (1920).

No hay comentarios: